Buenos días,
Vamos con los últimos comentarios del curso.
Os dejo correcciones del texto de Manuel Rivas que os di en fotocopia (se llama
la mano en el corazón por si alguien no estuvo en clase)
la mano en el corazón
Además os daré mañana el texto que pongo al final de la publicación por si queréis hacer el comentario.
Os dejo también una propuesta de corrección (es de otro profe. No os asustéis por la extensión, os lo pongo para que toméis ideas)
Correccón arroz japonés
Nos vemos mañana en clase!
Texto selectividad 2012
Cuenta un escritor brasileño amigo mío,
Edweine Loureiro, que, en una cena en la que le preguntó a un anciano
japonés cómo pudo transformarse Japón tras la Guerra Mundial en una
potencia económica, este le respondió ofreciéndole un tazón de arroz con
una sonrisa. Mi amigo pensó que su interlocutor había optado por
ignorar la pregunta, pero este, consciente de la perplejidad de su
compañero de mesa, le ofreció una explicación de su metáfora. “Al
término de la guerra, no teníamos arroz para comer”, le aclaró.
“Entendimos que solo trabajando juntos e intensamente seríamos capaces
de vencer al hambre y a la miseria. Así que nos convertimos nosotros
mismos en arroz cocido: cuanto más pegados unos granos a otros, más
fuertes nos hacíamos.” El arroz japonés constituye la alegoría perfecta
para ilustrar las diferencias entre la naturaleza de este pueblo y la
nuestra: mientras nuestro concepto de arroz de calidad incluye como
condición indispensable el que sus granos estén sueltos, el arroz
japonés es pegajoso. Cada grano, redondo y lleno de almidón, se
encuentra pegado a otro, de manera que comer con palillos no supone
ninguna dificultad: los granos nunca se caen y el tazón queda
invariablemente limpio al final. El señor de la historia le hizo
entender a mi amigo que los japoneses, ante una catástrofe de
proporciones inimaginables, hicieron lo que mejor saben hacer: poner el
bien común por encima del individual. El progreso se derivó de ello por
sí solo, y en la repartición de los beneficios también entraron todos.
El arte de anteponer el bien común al propio, tan bien visto, aceptado y
predicado universalmente, no es sin embargo practicado con frecuencia
en muchos lugares del mundo. ¿Es, pues, inalcanzable para seres que no
posean una cualidad humana especial? ¿Cómo se implementa en actos
concretos? La lección que recibimos con cierto desconcierto los
occidentales que vivimos en Japón es que la cuestión carece de misterio,
ya que no requiere de ningún sacrificio heroico ni de ninguna capacidad
sobrenatural. Hacer bien el trabajo de uno, sin cuestionar ni eludir
sus aspectos más ingratos, cualquiera que sea el oficio y la
consideración social que reciba, es la única clave para pertenecer a ese
arroz cocido colectivo y beneficiarse al mismo tiempo como individuo.
(Montserrat Sanz Yagüe, Presentación del libro Frente al Pacífico,
2011)